Hay cosas que nos hacen daño, sabemos que nos hacen daño y aún así las seguimos buscando. Es un proceso curioso, haces algo y te prometes -nunca más lo volveré a hacer- y cuando menos estas poniendo atención notas que estas ahí otra vez, haciendo eso que prometiste no volverías a hacer por que lastima. Es nuestro instinto de destrucción. Freud al final de su vida, cuando estaba muriendo de una forma extremadamente dolorosa a causa del cáncer en la boca, lo llamo instinto de muerte (tanatos). Es instinto sádico de regresar a lo siniestro, a la nada, es autodestrucción. Y todos los días me descubro haciendo algo que dije que no volvería a hacer y sin embargo ahí estoy, metiéndome otra vez en lugares con espinas, cometiendo los mismos viejos errores, repitiendo patrones. Y entonces me cuesta trabajo mirarme en el espejo, me cuesta trabajo hablar con los demás, tengo sueños tan dolorosos, tan llenos de angustia, sueños que cortan la respiración. Y maldigo mi falta de independencia, ese no poder estar sola. Y sigo pensando -que alguien me saque de aqui-. Como quisiera cambiar un poco la sintaxis y poder pensar espontáneamente -tengo que salir de aqui.
Mis ojos cansados de mirar hacia adentro buscan una salida en códigos indestructibles pero a la vez tan etéreos.
Tengo miedo
la tarde es gris
y la tristeza del cielo se abre
como una boca de muerto