En automático, Ambar se fue caminando a su casa. Llego, abrió la puerta y vió a su mamá sentada en la sala, con unos lentes enormes sobre la nariz y hundida en un libro de crucigramas. Estaba tan perdida entre los cuadritos vacíos que no noto el gesto de zombie que ocupaba la cara de su hija, y sus pupilas enormemente dilatadas, solo alcanzó a percibir el fuerte olor a durazno, levantó la mirada y vio la espalda de Ambar que se dirigía lenta y pesadamente hacia su cuarto. El olor la extrañó, pero antes de que algún pensamiento concreto brincara de su mente a su lengua y le preguntara algo a Ambar, se cruzó otra idea acerca de una palabra del crucigrama y se olvidó por completo.
Ambar entró a su cuarto dejando la puerta abierta tras de sí, se quito los tennis sin desamarrarse las agujetas y se tiro en su cama, lanzando un suspiro tan profundo que estremeció a la vieja flor de tela que se encontraba siempre erguida en su escritorio, llena de polvo, pero siempre alegre y colorida. Ambar cerró los ojos y sintió como la nebulosa en su interior se revolvía, se sentía mareada, sentía calor, era algo espectacular. Aquel verso que estaba leyendo le vino a la mente "es tu voz la que hace que las piedras encantadas de la ciudad se alcen delirantemente hacia el azul" Su voz...¿Cómo sería su voz? ¿Una voz grave? no, no íba con el brillo de sus ojos, tenía que ser una voz no tan grave, quizás un poco aguda, pero no femenina, una voz franca y gentil, y al pensar en aquella voz se imaginó una gelatina, una voz agradable como se siente una gelatina roja. Aspiró fuertemente y el olor a durazno le lleno las células olfativas. Sonrió y la luz le salía por la boca, se colaba entre sus dientes. Algo raro estaba pasando, nunca antes se había sentido así. Algo dentro de Ambar estaba removiéndose, naciendo, transformándose. Ella no lo alcanzaba a entender del todo, pero lo sabía, sabía que se sentía diferente, que era diferente. El calor se empezó a hacer muy intenso, casi insoportable. se quedo dormida. Esa noche tuvo un sueño muy extraño.
Mis ojos cansados de mirar hacia adentro buscan una salida en códigos indestructibles pero a la vez tan etéreos.
Tengo miedo
la tarde es gris
y la tristeza del cielo se abre
como una boca de muerto